La iniciativa de la Casa Blanca otorga solo un suburbio marginal de Jerusalén este a los palestinos para que funden la capital de su Estado
Si algo parece evidente en el plan de paz de Donad Trump, descrito como una «bofetada» por los palestinos, es que apunta más a satisfacer los pedidos de la derecha estadounidense e israelí que a lograr una solución concreta en el conflicto.
El llamado «Acuerdo del siglo», diseñado en parte por Jared Kushner, yerno y asesor de Trump, ignora los Acuerdos de Oslo de 1993 referidos a la creación de «dos Estados», uno palestino, con corazón en Cisjordania, y otro israelí, así como innumerables resoluciones de la ONU.
Según la visión del presidente estadounidense, todo se haría bajo la tutela de Israel, mediante un financiamiento internacional de 50.000 millones de dólares para invertir en áreas palestinas.
La iniciativa de la Casa Blanca, respaldada tanto por el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, como por su rival político, Benny Gantz, quienes se enfrentarán en las elecciones del 2 de marzo, otorga solo un suburbio marginal de Jerusalén este a los palestinos para que funden la capital de su Estado.
Esta zona, compuesta por territorios cisjordanos anexados por Israel en 1980, quedó separada por el muro construido por los israelíes durante el último levantamiento popular palestino (Intifada), a principio de la década de 2000.
Pero, en cambio, el plan de Trump robustece la posición de los israelíes al darle el control del Valle del Jordán, vital para su seguridad nacional, tras se conquistado durante la Guerra de los Seis Días en 1967.
Según la iniciativa, los palestinos perderían esta zona que proporciona acceso directo a Jordania y a una serie de recursos hídricos a lo largo de 100 kilómetros.
Por este motivo, Europa y los países árabes están preocupados por el avasallamientos de los derechos palestinos, ya que el plan estadounidense da luz verde a Israel para que se anexe todos los asentamientos ilegales que Israel ha construido en 50 años de ocupación de Cisjordania.
Trump ya ha sugerido que deben estar bajo soberanía israelí. Y lo que es peor: si se estableciera el Estado palestino, el ejército israelí mantendría el control de Cisjordania, según un informe del diario estadounidense The Christian Science Monitor.
Con su acostumbrada solemnidad, el magnate neoyorquino volvió a repetir que Jerusalén es la capital indivisible de Israel, donde Estados Unidos mudó su embajada desde Tel Aviv, el 14 de mayo de 2018.
Para el analista Arie Kacowicz, profesor del Departamento de Relaciones Internacionales de la Universidad Hebrea de Jerusalén, el plan «es malo para los palestinos, pero no podemos saber si es una nueva frustración porque de hecho no quieren ni verlo».
«Lo positivo es que recalca que el conflicto sigue siendo importante, y reconoce también la lógica de dos Estados. Puede llevar a la reconciliación dentro de los palestinos» entre el partido Fatah, del presidente Mahmud Abbas, y el movimiento islamista Hamas, señaló a Télam.
Kacowicz, autor de «Zonas de paz en el Tercer Mundo», entre otras obras, resaltó que la iniciativa «es probablemente el plan más pro-israelí y más anti-palestino respecto a sus demandas» territoriales, sobre Jerusalén y el retorno de los refugiados.
«Hay puntos en común con los planes anteriores de (el ex secretario de Estado, John) Kerry y de (el ex presidente estadounidense, Bill Clinton (en Camp David, 1999), y es mucho más detallado. Pero no es real sino virtual», afirmó.
Trump ofrece algo más del 80% del territorio que buscan los palestinos para crear su Estado. Pero Clinton le prometió el 90% de las tierras.
El plan llamado «Paz para la prosperidad» no resuelve otros temas sensibles como el retorno de unos cinco millones de refugiados, que salieron de la Palestina británica tras la creación del Estado de Israel en 1948.
Con su apoyo desmedido a los israelíes, Trump ha demostrado que no puede ser un mediador confiable en un conflicto que ha preocupado al mundo desde hace más de 70 años.
No hay duda de que el plan de la Casa Blanca parece hecho a la medida de los halcones de la derecha estadounidense e israelí que buscan robustecer a Israel para hacer frente a Irán, el mayor enemigo en la región.
Cuando se habla de negociación entre israelíes y palestinos, es inevitabrabinle no recordar aquellas conversaciones de paz en las que participó el líder de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Yasser Arafat.
El ex presidente palestino y el asesinado primer ministro israelí, Isaac Rabin, coronaron con su firma los Acuerdos de Oslo, tras lo cual Arafat reconoció al Estado de Israel.
Pero en 1999, durante la segunda Cumbre de Camp David, Arafat se negó a firmar un pacto de paz con el primer ministro israelí, Ehud Barak, por dos motivos: el reconocimiento de Jerusalén este como capital del futuro estado palestino, y el retorno de millones de refugiados.
Murió el 11 de noviembre de 2004. Desde entonces su tumba en Ramallah, Cisjordania, es venerada permanentemente.